Quiso ser tripulante de cabina y en una charla fortuita con un tío aeronáutico se enteró de que había gente que hablaba con los aviones. El dato le despertó una curiosidad tal que llegó a dar con el término controlador de tránsito aéreo, y quiso serlo. Para lograrlo, tuvo que pasar por la carrera militar –decisión no menor que no estaba en sus planes- y de ella tiene buenos recuerdos. Se enamoró de su profesión, y el idilio perdura.
Pamela estudió mucho, siempre. Una vez recibida de CTA fue destinada al aeródromo de San Fernando. Llegó ahí en 2003 y fue bien recibida. Su tarea fue muy demandante, y el desafío la atrajo “por el tránsito que había ahí y la
falta de procedimientos. Había que gestionar en forma constante y encontrar las mejores opciones a muchas cuestiones que se presentaban.” Hoy día, su trabajo en oficinas centrales le plantea otros desafíos y atractivos, y le cuesta no dedicarse a Sanfer todo lo que quisiera. A diferencia de otras mujeres profesionales, quienes enfrentaron prejuicios y discriminación de género, a Pamela le jugó en contra la edad, ya que ella nunca se conformó con sus logros ni se detuvo ante los retos. Llegó a Sanfer a los 20 años, y con 24 ya era instructora en la torre. Luego pasó a Gestión de Calidad; y a la par hizo su Licenciatura en Gestión de Tránsito Aéreo. En ese caso el prejuicio por su juventud estuvo a la orden del día: “Tuve que enfrentar a un ambiente que cuestionaba por qué una persona de mi edad cumplía una función en la cual no se les brindaba a ellos la misma oportunidad, siendo que llevaban muchos años de carrera. Me costó manejar eso. Soy muy respetuosa de la trayectoria de todos, lo cual no quita que una persona joven esté preparada para enfrentar situaciones importantes. Yo tenía un conflicto personal con este
tema y me preguntaba si podría estar a la altura de las circunstancias. A los 34 años puedo decir que en el pasado fui desestimada por mi corta edad.”
Fue también Despachante de Aeronaves y trabajó como tal en el ámbito privado, donde también fue docente: “y pude ver qué pasaba del otro lado del mostrador, qué experimentaban los despachantes y pilotos, hoy día nuestros clientes. Fue un período muy fructífero, por el cual estoy agradecida”.
Otra particularidad de su carrera es que no hubo alguien a quien ella tuviera que convencer, salvo a ella misma. En lo personal, su desafío pasó por ver, desde temprana edad, cuánto le gustaba su profesión y hacerse cargo del disfrute. “Siempre me planteo que lo que hoy elijo puede prolongarse, proyectarse en el
tiempo,” subraya.
Desde que surgió EANA, Pamela fue Jefa de Seguridad Operacional de la Torre de Control de San Fernando; y luego fue convocada para coordinar la Seguridad Operacional de la Regional Ezeiza, la cual incluye los aeropuertos de mayor tránsito delo país. Sus muchos retos le inyectan vitalidad y alimentan sus ganas de aprendizaje continuo.
“Estar en una empresa donde trabajan muchas mujeres le da un gusto particular, ya que las ves desempeñándose muy bien y siendo referentes muy importantes en lo suyo. Están perfectamente a la altura de las circunstancias. Es un orgullo para mí pertenecer a un grupo humano en el cual las mujeres tenemos las mismas posibilidades que los varones.”